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martes, septiembre 26, 2006

Prozac, el rey destronado

Un batallón de antidepresivos de tercera generación desbanca a la molécula más vendida.

El milagro se obró en un laboratorio de Indianápolis. Los farmacéuticos David Wong y Brian Molloy se afanaban desde mediados de los años 70 en descubrir un nuevo medicamento que paliase los síntomas de la depresión y confirmarse la intuición de un puñado de psiquiatras: la culpa de esta temible enfermedad la tenía la serotonina, la hormona del humor. O mejor dicho, su carencia. Wong y Molloy no eran los únicos que se esforzaban en encontrar una solución: desde hacía años un montón de equipos buscaban la fórmula. Pero ellos fueron los primeros.

El equipo de investigadores de Lilly tardó la friolera de 13 años en dar con el principio activo, una droga limpia que sortease los efectos secundarios de los eficaces tricíclicos, la primera generación de antidepresivos: unos medicamentos que, entre otras cosas, provocan sequedad de boca, estreñimiento, visión borrosa, aumento de peso y disfunción sexual, y con los que no resulta difícil suicidarse.

En 1987 la FDA (Agencia del Medicamento) americana aprobaba la nueva molécula, y un año más tarde la fluoxetina empezaba a venderse en todas las farmacias de Estados Unidos.
El resto de la historia es conocida. De un día para otro fluoxetina se convirtió en Prozac por obra y gracia de Interbrand, uno de los grandes de la comunicación corporativa, inventor de nombres tan famosos como Compaq, Oneworld y Wifi, la depresión se transformó en una enfermedad 'más segura, simple y asequible para médicos y pacientes', en palabras del famoso psiquiatra Norman Sartorius, y Lilly ganó tanto dinero (la suma sigue siendo hoy un secreto) que se convirtió en la envidia de sus competidoras.

En sólo cuatro años Prozac traspasó la frontera de la medicina y se transformó en un fenómeno de masas, con detractores incluidos, como los seguidores de Lou Marinoff, que acuñó aquella famosa frase de Más Platón y menos Prozac, título literario y crítica feroz a una forma de entender la vida.

La estrella de Prozac declinó en el año 1998 cuando caducó su patente industrial. Y éste fue el momento en que la competencia aprovechó para contraatacar con nuevas moléculas antidepresivas. El objetivo, desbancar del primer puesto de la clasificación al líder, y a su genérico, la fluoxetina, que amenazaba con convertirse en heredero.

En España, por ejemplo, un mercado de 470 millones de euros, el relevo ya se ha producido. El descenso nacional de las ventas de Prozac ha sido constante y lógico, desde los 30 millones de euros que facturó en 1998, según fuentes de la competencia, hasta los 8,2 millones que lleva vendidos en los primeros siete meses de 2006.

Once moléculas, además de la ya mencionada fluoxetina, compiten actualmente por hacerse con el cetro del mercado. Paroxetina, sertralina, escitalopran y venlafaxina son las más conocidas, y la primera de ellas, la paroxetina, un principio activo que lleva el copyright de Smithkline Beecham, es el supuesto sucesor de la fluoxetina, al menos en España, según datos de la consultora especializada IMS.

Entre enero y julio, la molécula más utilizada, usando como medida la dosis diaria definida (DDD), que equivale a los días de tratamiento, es la paroxetina, con 103,3 millones de DDD. Le siguen la sertralina (Pfizer y Esteve), con 74,2 millones de DDD, y escitalopram (de Lundbeck), con 68,4 millones. Estas cifras suman los días de tratamiento de las marcas y los genéricos. En este periodo el consumo de Prozac fue de 22,1 millones de DDD.

Pero, ¿por qué utilizar nuevos y más caros medicamentos si existe un genérico como la fluoxetina, cuya eficacia, con 40 millones de enfermos tratados en todo el mundo, ha quedado ampliamente demostrada? Los laboratorios rechazan un interés exclusivamente comercial: 'Estos nuevos inhibidores de la recaptación de la serotonina comienzan a funcionar a partir de la primera semana, y no transcurrido algo más de un mes, como sucede con el Prozac', señala Beatriz Rivero, directora de marketing de Lundbeck 'y sus efectos secundarios son menores'.

Los especialistas también apoyan la aparición de nuevos medicamentos. El doctor José Manuel Menchón, jefe clínico de Psiquiatría del Hospital Universitario de Bellvitge, no cree que la presencia de esta tercera generación de antidepresivos sea innecesaria. 'Cuanto mayor sea el arsenal terapéutico de que disponga el especialista mayor será su capacidad para curar enfermos. Aún no sabemos por qué, pero ante la misma enfermedad hay pacientes que responden bien a un fármaco y otros a otro'. Cuantos más, mejor.

¿Es posible operar las enfermedades mentales? La incidencia de la depresión y las enfermedades mentales asociadas a ella, como la ansiedad, o la presencia del trastorno obsesivo compulsivo, es muy alta en el mundo. La Sociedad Española de Psiquiatría baraja los siguientes datos para España: entre el 5% y el 10% de la población padecerá en algún momento de su vida depresión, otro 5% tendrá que recurrir a tratamiento clínico para superar episodios de ansiedad y un 2% tendrá que ser tratada por padecer algún trastorno obsesivo compulsivo. Estas cifras se repiten en todo el mundo occidental.
Pero el problema de estas enfermedades mentales no sólo es su incidencia, también la cronificación de la patología. Está estudiado que transcurridos dos años desde que se produjo el primer episodio de depresión, el 50% de los pacientes recaen, y a los 10 años el 80% de los enfermos vuelve a enfermar. Los psiquiatras recomienda que en los casos de que se produzcan tres episodios de depresión en la vida de un individuo, el tratamiento se prolongue por el plazo de cinco años e incluso sea indefinido.

En la actualidad, y pese a sus efectos secundarios, los tricíclicos siguen siendo utilizados en los casos de depresión muy grave. Pero también para estas circunstancias se comercializan los llamados antidepresivos duales (inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina), cuyas moléculas son la venlafaxina y duloxetina.

La cirugía -concretamente la estimulación cerebral con electrodos, que se instalan en el núcleo subtalámico del cerebro y que están conectados a una batería-estimulador, que manda impulsos eléctricos hasta la neurona diana para normalizar la actividad-, se ha convertido en una opción novedosa. Se realiza en Canadá, Alemania y Bélgica, y antes de que finalice el año empezará a hacerse en Bellvitge. El reto, en cualquier caso, sigue siendo encontrar un tratamiento que cure definitivamente.

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