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domingo, febrero 25, 2007

Bipolares: el 40% no puede trabajar

En los momentos de exaltación, Diego escribía todo tipo de fórmulas en las paredes de su apartamento, regalaba equipos de música, componía decenas de canciones en un solo día y se sentía pletórico, exuberante y glamuroso. Pero la caída era feroz y venía acompañada de una profunda melancolía y un gran sufrimiento. "La manía es como una droga, pero la depresión que le sigue es mortal", dice Diego, un abogado de 31 años con diagnóstico de trastorno bipolar desde hace sólo tres y, hoy, desempleado.
Un estudio realizado en centros de atención de Chile y la Argentina, cuyos resultados han sido publicados en el Journal of Affective Disorders, revela precisamente que el 40% de las personas bipolares están desocupadas. "Descubrimos que el porcentaje de pacientes sin trabajo era muy similar aquí, en Chile y en los Estados Unidos, aunque las tasas de desempleo de esos países sean muy desiguales", explica el doctor Sergio Strejilevich, jefe del Programa de Trastornos Bipolares del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro y psiquiatra del Instituto de Neurología Cognitiva.
Según la Organización Mundial de la Salud, el trastorno bipolar es la sexta causa de incapacidad en el mundo y, por su magnitud, los trastornos afectivos están calificados como epidemia en Sudamérica.
Strejilevich señala que la bipolaridad es una enfermedad genética y advierte que el riesgo de que alguien la contraiga durante su vida es de entre el 4 y el 5 por ciento. "Es un trastorno que afecta tanto el ánimo como las funciones biológicas, y sus síntomas están ligados a un desequilibrio en la respuesta afectiva frente a los hechos cotidianos", afirma el experto. Es decir que quien lo padece oscila, a veces de manera vertiginosa, entre la manía y la depresión. "La exaltación característica de este trastorno -continúa el especialista- puede despertar en quienes lo padecen ideas delirantes, que pueden exponerlos a situaciones extremas, incluso de riesgo."
Diego recuerda que, en los momentos de euforia, dormía poco, derrochaba dinero, se volvía agresivo y se sentía increíblemente creativo y lúcido. La contracara era una depresión que, junto con el dolor, la tristeza y la desgana propias de ese estado, lo convertía en un ser inconstante, incapaz de comprometerse con un trabajo.
Strejilevich destaca la carga que supone para los Estados y las familias que los pacientes no tengan empleo. "La bipolaridad es crónica, así que tenemos una cifra considerable de personas que no trabajan, que no aportas, pero que tampoco mueren", dice con vehemencia.
Para Diego, las personas que sufren este trastorno sobrellevan un estigma, que se transforma en una barrera a la hora de buscar trabajo. "No se puede ocultar en el currículum vítae, pero si lo mencionás, no te contratan", afirma. Y agrega: "Nadie va a querer emplear a alguien inestable. Además, las exigencias y responsabilidades de un trabajo, especialmente levantarse cada mañana o subirse a un colectivo, se hacen muy pesadas cuando uno está deprimido".
Strejilevich hace hincapié en la predisposición que tienen las personas bipolares para socavar sus propias posibilidades de trabajo. "Todo lo que crean y proyectan cuando están maníacos, muchas veces de forma excepcional, lo destruyen y menosprecian cuando están deprimidos. Esto hace que sean vistos como inconstantes", afirma.
Diego terminó la carrera de abogacía con diploma de honor, fue profesor en la facultad, trabajó en varios estudios jurídicos e incluso creó uno propio. "Me llenaba de actividades para distraerme, para no sentir la melancolía", explica. Pero, cuando le sobrevino la crisis, lo dejó todo. Eso, también, incluye las relaciones afectivas. "Enseguida les cambia la idea que tienen de esa persona, le buscan defectos insignificantes -explica Strejilevich-. Así, es muy difícil crear vínculos estables."
Además, el estudio revela que la mayoría de las personas bipolares tardan en recibir el diagnóstico alrededor de unos diez años, lo que, para el experto, retrasa el inicio del tratamiento y la posibilidad de que lleven una vida más o menos satisfactoria. Los primeros síntomas del trastorno maníaco-depresivo aparecen en la adolescencia. Uno de los motivos que demoran el inicio terapéutico es el error en el diagnóstico. El estudio concluye que el 66% de los pacientes recibían tratamiento por depresión y, por lo tanto, tomaban fármacos antidepresivos como droga única. "Esto es grave, ya que provoca que los episodios depresivos se multipliquen", sostiene el experto. "El trastorno bipolar, por ser crónico, no tiene cura, pero el tratamiento farmacológico adecuado, que fundamentalmente incluye el litio, y las sesiones con un psicólogo pueden reducir los síntomas de ambos estados y ofrecerle al paciente herramientas para poder afrontar mejor su enfermedad", agrega.
Ya hace tres años que Diego recibe tratamiento. La terapia y los fármacos lo ayudaron a superar la parte más cruel de la enfermedad: no saber cómo amanecerá al día siguiente. Además, hace sólo unos días comenzó a buscar trabajo. "Eso sí, uno que encaje con mi vida", dice esperanzado.

domingo, febrero 11, 2007

Un test mejora la diferenciación entre depresión y trastorno bipolar

Un sencillo cuestionario de 32 preguntas permitirá al médico diferenciar "con más de un 80 por ciento de probabilidades de éxito" la depresión del trastorno bipolar en fase II, dos enfermedades que en muchas ocasiones se confunden por presentar síntomas similares y cuyo tratamiento incorrecto puede resultar contraproducente.
La principal diferencia entre esta prueba —conocida como HCL-32 y diseñada por investigadores del Idibaps y otros diez hospitales— y la que se utiliza hoy día, el MDQ, consiste en el carácter abierto de las preguntas, que facilita la sinceridad de los pacientes. Las respuestas proporcionan la información esencial para valorar los niveles de actividad de los pacientes y sus problemas de deshinibición, autocontrol y atención.
Según un estudio publicado en el último número de Journal of Affective Disorders, que compara la sensibilidad de los dos cuestionarios, concluye que el HCL-32 es "más preciso que el MDQ en la identificación del trastorno bipolar tipo II".
(Otros test)

viernes, febrero 09, 2007

La depresión en La Historia

A lo largo de la historia existen múltiples referencias a la melancolía, equivalente a lo que hoy llamamos depresión, y a la manía, entendida como un estado de agitación y delirio. Algunos de los 'padres de la medicina', como el griego Hipócrates, en el siglo V a.C. o el romano Galeno en el siglo I a.C, achacaban la tristeza a la bilis negra, uno de los cuatro humores del cuerpo según las teorías predominantes de la época.
Más adelante en el siglo I d.C, Areteo de Capadocia, también griego, fue el primero en considerar la manía y la melancolía como trastornos relacionados. En sus textos indicaba que "algunos pacientes después de estar melancólicos cambian su estado hacia la manía [...] por eso esta manía es probablemente una variedad del estado melancólico".
Ya en la Edad Media, la medicina se sumió en el oscurantismo y la superstición. La enfermedad mental es la que peor parada salió de este ciclo de la historia ya que cualquier trastorno del comportamiento se teñía de tintes demoniacos.
En el Renacimiento, considerado 'la edad de oro de la melancolía'. Muchos autores recorrieron con detalle la evolución de la depresión y llegaron a considerar el sufrimiento de este estado una característica de la profundidad del espíritu humano. Algunos médicos contemplaron la idea de que la melancolía estaba relacionada en ciertos casos con la manía y que ambas tenían el mismo origen y la misma causa.
El siglo XIX fue decisivo en la definición del trastorno bipolar. Jean Pierre Falret acuñó en 1854 el término 'folie circulaire' o 'locura circular', que describió como una sucesión de estados maniacos y melancólicos con intervalos lúcidos. Esta definición marcó la diferencia con la depresión aislada y, finalmente, en 1875 sus hallazgos llevaron a la denominación de psicosis maníaco-depresiva.
Practicamente a la vez, en 1854, Francois Baillarger describió la 'folie à double forme' o 'locura de doble forma', caracterizada por la sucesión de dos períodos, uno de excitación y otro de depresión. Este neurólogo francés señaló la diferencia, hasta entonces difuminada en los textos sobre psiquiatría de la época, entre esquizofrenia y trastorno bipolar.
A principios del siglo XX, en 1921, el reconocido psiquiatra alemán Emil Kraepelin publicó 'Manic-Depressive Insanity and Paranoia', un trabajo revolucionario por entonces en el que propuso una nueva clasificación en tres grandes grupos de los trastornos que llenaban los manicomios: esquizofrenias; demencias y enfermedad maniaco-depresiva. Es decir, introdujo como entidad diferenciada el trastorno bipolar. Dentro de las psicosis maniaco-depresivas, señaló su carácter episódico, así como, la historia familiar del trastorno.
En 1980, el término de trastorno maníaco-depresivo fue reemplazado por el de trastorno bipolar, según estableció el DMS-III. En los últimos tiempos, las investigaciones más recientes sobre la enfermedad se centran en describirla desde el punto de vista bioquímico. De esta forma será posible comprender mejor la enfermedad y desarrollar medicamentos más refinados para su tratamiento.

miércoles, febrero 07, 2007

Más evidencias sobre el vínculo entre depresión y problemas cardiacos

En los últimos años cada vez hay más investigaciones que relacionan la mala salud mental con un peor estado físico de los pacientes, sobre todo cardiovascular. Un nuevo trabajo, publicado en 'Archives of General Psychiatry', aporta más evidencias, concretamente sobre la conexión entre los síntomas de depresión y la aterosclerosis.
El trabajo, liderado por Jesse C. Stewart -entonces de la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos) ahora de la Universidad de Indiana-, asegura que la depresión favorece el engrosamiento y endurecimiento de las arterias, signo temprano de enfermedad coronaria. La investigación va más allá y ha concluido que son los síntomas físicos de este trastorno de la mente, como la pérdida de apetito y la fatiga, los que deterioran las arterias.
Otras investigaciones anteriores sugieren que la ira y otras emociones negativas están asociadas con el infarto de miocardio o la muerte súbita por fallo cardiaco. Estas patologías son el último paso del desarrollo de la aterosclerosis.
El trabajo estadounidense se basa en 324 personas con una edad media de 60 años. Al inicio de la investigación se examinó a los participantes exhaustivamente para evaluar su estado arterial. Se realizaron análisis para conocer el nivel de ciertos factores de riesgo como el colesterol alto, la hipertensión, o ultrasonidos para conocer el estado de engrosamiento de las arterias. También respondieron a cuestionarios para conocer su estado mental, comprobar si tenían ansiedad, hostilidad o ira. Tres años después se repitieron las pruebas.
Observaron que los que padecían síntomas depresivos más acusados habían desarrollado un mayor engrosamiento de la arteria carótida. Tras conocer esta relación decidieron separar los síntomas de depresión en dos categorías: las físicas (como fatiga o falta de apetito) y las afectivas (tristeza, pesimismo). Sólo las primeras resultaron tener relación con la aterosclerosis. "Nuestros resultados indican que la depresión, pero quizá no la ansiedad ni la ira, pueden estar envueltas en el inicio y/o progreso de la aterosclerosis", aseguran los autores. Ahora, los investigadores quieren estudiar la interacción de los síntomas somáticos con los emocionales en los riesgos de enfermedad cardiaca.
Otro estudio, también publicado en el mismo número de 'Archives of General Psychiatry', ahonda en la salud física de las personas con enfermedad mental grave, como esquizofrenia, trastorno bipolar o trastorno delirante. Los resultados apoyan otros trabajos anteriores que conluyeron que los pacientes con enefermedad mental grave tienen muchos más problemas de salud física.
Científicos de la Universidad Royal Free en Londres evaluaron a 46.136 individuos de Reino Unido con enfermedad mental. Los que tenían entre 18 y 49 años resultaron tener 3,22 veces más riesgo de morir por alguna dolencia cardiaca y 2,53 de morir por un infarto cerebral. Los que superaban los 75 años tenían 1,05 veces más tendencia a morir por problemas de corazón y 1,34 veces más que los sanos de su misma edad de morir de un ictus. "En general, este aumento del riesgo se achaca al estilo de vida poco saludable, los efectos secundarios de los antipsicóticos y el bajo nivel social", señalan los autores de este segundo trabajo. Sin embargo, los resultados del estudio, que hizo un seguimiento de los participantes durante seis meses, señalan que en general estos enfermos tienen predisposición a padecer más trastornos cardiovasculares e ictus independientemente de la toma de estos fármacos. "Los pacientes con enfermedad mental severa que no estaban tomando antiopsicóticos mostraron mayor riesgo de enfermedad coronaria e infarto cerebral que los controles", comentan. "Aunque", puntualizan, "aquéllos que tomaban estos medicamentos tenían el riesgo más aumentado aún". En cuanto al cáncer, a excepción del de pulmón (asociado al alto consumo de tabaco de estos enfermo), los resultados no indican que las personas con enfermedad mental tengan especial predisposición a sufrir "los siete tipos de tumores principales [que son los que han evaluado en el estudio] en Reino Unido", que son colerrectal, respiratorios, mama, próstata, estómago, esófago y páncreas.

viernes, febrero 02, 2007

Los antidepresivos traen más riesgos de fracturas

Tras investigar a unos cinco mil adultos de más de 50 años que tomaban antidepresivos, expertos canadienses han observado que estas drogas incrementan la fragilidad de los huesos y, por ende, de fracturas.
El estudio, publicado en Archives of Internal Medicine, señala que los pacientes que toman estos fármacos duplican las posibilidades de romperse algún hueso.
Los pacientes fueron seguidos durante cinco años mientras tomaban antidepresivos. El estudio multicéntrico de osteoporisis de Canadá observó que aquellos que tomaban fluvoxamina, citalopram, fluoxetina, sertralina y paroxetina tenían más riesgos de romperse un hueso con caídas o pequeños traumas. Asimismo, detectaron menos niveles de calcio y una densidad ósea más pobre en este tipo de pacientes medicados.