¿Por qué se puede deprimir una persona mayor?
Las razones por las que se deprime una persona mayor son biológicas, psicológicas y sociales. Esto es, pueden influir factores biológicos (neurotransmisores, enfermedades como el hipertiroidismo o el hipotiroidismo, consumo excesivo de medicamentos, etc.), formas ineficaces de enfrentarse a los problemas (estrategias de afrontamiento, estilos de control, estilos de pensamiento, etc.) y recursos disponibles (apoyo social emocional e instrumental). También influyen de forma importante sobre la depresión los hábitos de salud que tenga la persona dado que, por ejemplo, hábitos alimenticios inadecuados, fumar, beber alcohol o una falta de ejercicio físico regular pueden causar depresión directamente (por sus efectos sobre el sistema nervioso central) o indirectamente (provocando discapacidad). Alguno de los factores de riesgo precipitantes de la depresión en la edad adulta son padecer sucesos vitales negativos (por ej., muerte o enfermedad de un familiar o ser querido), problemas de sueño, discapacidad, dolor crónico, historia de otros problemas depresivos y ser mujer. Algunos factores que disminuyen la probabilidad de un problema depresivo son contar con un buen apoyo social, mantener creencias religiosas y una situación económica desahogada.
Aunque existen muchas razones por las que se podría esperar una mayor frecuencia de problemas depresivos en la edad adulta que en otras edades (debido entre otras cosas a que se trata de una edad en la que se producen muchas pérdidas y se producen cambios funcionales, sociales y familiares), la realidad es que esta extendida creencia no es cierta de acuerdo con diferentes estudios epidemiológicos rigurosos realizados recientemente. De acuerdo con estos datos, se puede afirmar que la depresión NO es una parte normal del envejecimiento. De hecho, los datos de prevalencia muestran que ésta es menor entre las personas mayores que entre las personas jóvenes. De todas formas, es importante señalar que estos estudios han sido criticados por su rigidez metodológica, por lo que algunos autores estiman que los datos de prevalencia son superiores a lo encontrado. Por último, aunque la depresión mayor pueda no ser frecuente entre las personas mayores, sí que lo es en personas mayores institucionalizadas, enfermas o discapacitadas crónicas.
La depresión en las personas mayores no causa únicamente malestar y sufrimiento, sino que afecta de manera significativa al funcionamiento físico, mental y social de las personas. Así, se relaciona de manera directa con la discapacidad, el deterioro cognitivo, ansiedad y con síntomas psicóticos, afectando de forma significativa a la calidad de vida de la persona. Además, padecer depresión afecta a otras cuestiones como, por ejemplo, la utilización de recursos (por ej.: la estancia de una persona mayor deprimida en un hospital es del doble de tiempo que la de una persona sin depresión) o el gasto sanitario (se duplica el gasto), la recuperación o pronóstico de otras enfermedades (por ej., rotura de cadera o artritis) o la probabilidad de caídas.
En las personas mayores que sufren algún tipo de problema psicológico es frecuente la presencia de varios problemas a la vez (trastornos comórbidos). En ocasiones, por ejemplo, puede existir una presencia comórbida de depresión y demencia, siendo necesario el tratamiento de la depresión para evitar una aceleración del declive cognitivo de la persona. Además, en este grupo de edad adquiere especial relevancia la necesidad de realizar un diagnóstico diferencial. Así, no es infrecuente que la depresión se manifieste con síntomas de ansiedad (o agitación) y viceversa, así como que haya que diferenciar entre el declive cognitivo asociado a un envejecimiento normal y el debido a déficits cognitivos asociados a trastornos del estado de ánimo o a la demencia. De la misma forma, es importante también diferenciar entre depresión y sufrimiento, que se manifiesta de una forma similar (tristeza, irritabilidad, fatiga y ansiedad, así como insomnio y pérdida de apetito y de peso), pero que se asocia a la pérdida de relaciones significativas o a cambios significativos para la persona, tratándose de episodios limitados en el tiempo (por ej., duelo). Por último, en el grupo de las personas mayores es muy frecuente la presencia de depresiones subclínicas o de trastornos cuyas manifestaciones no se ajustan adecuadamente a los criterios diagnósticos disponibles (más quejas somáticas, pérdida de interés, falta de energía, mayor dependencia, dolor crónico, irritabilidad, sentimientos de culpa, etc.).
Dado que la depresión consiste en un problema de origen bio-psico-social, los tratamientos eficaces para la depresión deben ofrecer apoyo psicológico, psicoterapia y farmacoterapia. Escuchar, ser empático, demostrar preocupación e interés y proporcionar apoyo a la persona para ayudarle a afrontar el problema y educarle y entrenarle en habilidades y estrategias para enfrentarse a los problemas son algunas de las estrategias fundamentales para ayudar a la persona que está triste o deprimida. Se estima una efectividad de la terapia farmacológica de un 50 a un 70%, siendo especialmente importante una adecuada evaluación médica previa a la utilización de fármacos antidepresivos debido a potenciales contraindicaciones y efectos secundarios de los mismos. La psicoterapia más efectiva para el tratamiento de la depresión es la cognitivo-conductual, a través de la cuál se obtienen resultados comparables a los obtenidos a través de intervenciones farmacológicas. La combinación de psicoterapia con farmacoterapia proporciona unos índices de respuesta de un 80% aproximadamente, siendo la terapia mixta de intervención cognitivo-conductual y farmacológica superior a cada una de ellas por separado. La eficacia de este tipo de intervenciones mejora en aquellos casos en los que se cuenta con colaboración activa en las intervenciones de familiares. Sin embargo, a pesar de que existan tratamientos eficaces para la depresión en las personas mayores, existe un importante número de barreras que impiden o dificultan un adecuado tratamiento de la depresión en este grupo de edad como, por ejemplo, actitudes negativas de los enfermos, las familias y los profesionales hacia la enfermedad (por ej., creencias del tipo de "es normal que una persona mayor esté apagada o triste") o la falta o inexistencia de recursos (por ej., atención psicológica o formación especializada).
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